Lara | El agua de los larenses está en manos de Dios

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Transparencia Venezuela, 25 de marzo de 2019.- La crisis del agua se traduce en una tragedia cotidiana, que obedece a decisiones y omisiones, entremezcladas con corruptelas. En el estado Lara, la desprotección y el abandono ha movilizado a las comunidades.

Septiembre de 2016. La ciudad estaba trancada por el norte y por el sur por habitantes sedientos y cansados de esperar. Vecinos cerraron el paso en la avenida Ribereña- a la altura del módulo policial de Macuto- por falta de agua durante más de 14 días, así como la Circunvalación Norte a la altura de la Macías Mujica por la ausencia del servicio durante más de un mes. En Duaca, municipio Crespo, la situación no es diferente. Los vecinos de Las Veras cerraron la vía desde las 5.00 am alegando que había más de 500 familias afectadas por el prolongado déficit del servicio. En Agua Viva se cansaron antes, y cerraron el acceso luego de 5 días sin agua.

Marzo de 2017. A comienzos  del año y, según publicó el diario “La Prensa” en su edición del 22 de este mes, se habían registrado en Lara más de 17 protestas por fallas en el servicio (ninguna menor a una semana) e incremento de las tarifas. Había zonas como Carorita donde nunca se ha surtido el agua por tuberías y otras, como urbanizaciones del municipio Palavecino, que sufren constantes y prolongados cortes del servicio. Aun cuando la situación se mantenía igual, Sabrina Salvatrice, presidenta de Hidrolara, aseguró al diario La Prensa en noviembre de este año, que “la restitución del servicio va casi en un 80 por ciento”, y que estaban trabajando para solventar los inconvenientes. Agregó que  no estaba planteada ninguna paralización del servicio, y que en caso que ocurriera, sería por la realización de trabajos para aplicar mejoras y se informaría a la colectividad con la debida antelación. Nada más lejos de la verdad.

Noviembre de 2018. Las urbanizaciones ubicadas en el este de Barquisimeto cumplían 9 meses sin recibir el servicio de agua y, según el diario El Impulso, más de 5.000 familias estaban afectadas  en las zonas de Los Cardones, El Portal, La Rosaleda. Flamingo, Colinas del Este, Colinas de Viento y El Manantial.

Marzo 2019. Vecinos de la zona norte de Barquisimeto cerraron la vía exigiendo el servicio de agua, que no disfrutaban desde un mes atrás. Vecinos de La Piedad (municipio Palavecino) reportaban severas irregularidades en el suministro.

“Aquí, por la zona de La Montañita, sufrimos mucho porque a veces nos llega el agua cada dos, días, pero otras veces se va hasta cinco días y uno nunca sabe cuándo va a venir. En la urbanización Villa Trabsider, el agua llega a la primera calle, pero a las demás no, y cuando le pedimos a los vecinos de esa zona que dejen que llegue a las demás calles, nos dicen que a ellos les llega muy poco, y que aunque quisieran, hacia atrás no va a llegar”, apuntó un residente de la zona.

Una situación similar se vive en urbanizaciones como Los Yabos, Trigal, Las Mercedes, Valle Hondo, El Valle, en un interminable rosario de necesidad.

Estas son solo algunas de las constantes protestas que se registran en el estado Lara por el déficit en el suministro del agua.

Esta tragedia cotidiana afecta gravemente, sin duda, el funcionamiento de los hogares, pues la vida se organiza en torno a la expectativa del día y hora en que se supone llegará. De modo que los horarios para cocinar los alimentos, el “baño” diario, el aseo de la ropa de la familia, el almacenamiento –muchas veces inadecuado- de agua para cuando no haya, la espera en ocasiones hasta de madrugada cuando llega por tuberías, o la angustiosa búsqueda de información a ver quién sabe algo, convierten la vida de las personas en una constante incertidumbre que provoca cuadros de ansiedad, depresión y trastornos del sueño producto de una masiva violación de derechos humanos por parte de quienes tienen el deber de garantizarlos.

Los negocios también se ven severamente afectados, en particular aquellos como los autolavados, o los que trabajan vendiendo alimentos preparados, que registran incrementos en sus costos de operación al tener que comprar agua de camiones cisternas para no detener el proceso.

El servicio doméstico es otro sector golpeado por la falta de agua. Aliria nos comenta: “Yo tengo todos los días ocupados, de lunes a viernes, pero al menos una vez por semana, y a veces dos, las señoras me avisan que no vaya porque no hay agua y así no se puede limpiar bien. Yo les digo que limpio con tobo, con poca agua, porque necesito trabajar, pero me dicen que no, que es como perder el dinero”.

Las escuelas trabajan a media máquina por no disponer de condiciones mínimas de aseo. También la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) se ha visto en serios aprietos para mantenerse abierta y lugares como los ancianatos, así como los hogares de atención a niños claman a Hidrolara por el servicio de agua.

El problema se extiende a todo el país. Así lo refleja el Reporte Nacional “Emergencia Humanitaria Compleja en Venezuela. Derecho al Agua. Octubre 2018”, que señala que 28.621.000 personas no tienen acceso al agua de forma continua; se pierden 5.400 litros de agua tratada por segundo debido a la falta de mantenimiento de las redes de distribución; y en los sitios de racionamiento severo, el promedio de días sin recibir agua es de 30 días

¿Por qué abro el grifo y no sale agua? Negligencia, incompetencia y corrupción.

El ciclo que permite que el agua llegue desde pozos o embalses, galerías filtrantes o diques tomas hasta el grifo de los hogares se compone de varios pasos: captación, impulso y tratamiento.

En Lara no es diferente. Los municipios Urdaneta, Crespo y Simón Planas obtienen este recurso en un 100% de pozos vinculados al curso del Rio Tocuyo. El municipio Palavecinolo obtiene de la combinación de pozos, galerías filtrantes y diques.

La denominada conurbación que abarca los municipios Morán, Jiménez e Iribarren se surte en un 90% de pozos que se nutren del Embalse Dos Cerritos, cauce del Rio Tocuyo y el municipio Torres, cuenta con dos embalses, “Los Quediches” (para su zona media baja) y “Atarigua” (que surte la zona alta del municipio).

De acuerdo al criterio del ingeniero Julio César Gutiérrez, vicepresidente del Colegio de Ingenieros del estado Lara, y profesional con una larga experiencia en el manejo del agua desde el gobierno local y regional, a partir del año 2002 la demanda pasó a ser mayor que la oferta y eso generó un punto de inflexión que, al no haberse atendido oportuna y eficientemente, ha llevado a la crítica situación que hoy viven los larenses.

Dos enormes deudas con el pueblo larense son parte de  las causas que explican el déficit de agua en la entidad. La represa “Dos Bocas” nunca se terminó de construir. Los trabajos comenzaron en el año 2000, para lo cual se desembolsaron US$ 400 millones de los US$ 800 millones que se estimaron para completar los trabajos. Todo bajo la responsabilidad y monitoreo del entonces gobernador de Lara, Luis Reyes Reyes, la gobernadora de Portuguesa Antonia Muñoz,  la ministra del Ambiente, Yurubí Ortega, y el presidente de Hidrolara para ese momento, Jorge González.

El Sistema Hidráulico Yacambú-Quíborque debería haberse construido para el año 1998 para surtir 13.000 litros de agua por segundo (lps), 10.000 de los cuales habrían servido para el riego de las 25.000 hectáreas que conforman el Valle de Quíbor, con su enorme potencial agrícola, y 3.000 lps se conducirían a una planta que habría de construirse en la zona de El Rodeo, para surtir a la ciudad de Barquisimeto.

Ninguna de estas obras fue terminada y constituyen monumentos a la negligencia, desidia y corrupción. A esto se suman otras causas que –juntas- configuran el portafolio de un Estado fracasado en la tarea fundamentalísima de garantizar un servicio vital a los ciudadanos.

En efecto, el “Estado fallido” se caracteriza por su incapacidad –por diversos motivos- para generar bienes, productos y servicios capaces de satisfacer las necesidades fundamentales de los ciudadanos.

En el caso venezolano, se puede hablar de colapso de los servicios, dada la magnitud y el carácter masivo del daño en infraestructuras, equipos, dotaciones y la migración de personal causada por los salarios miserables, la pérdida de beneficios laborales y de la seguridad social. También por la sustitución de la meritocracia por las lealtades, el nepotismo y el “amiguismo”. Todo ello ha provocado una preocupante  desprofesionalización y “despoblamiento” de las instituciones públicas.

En el caso de la hidrológica regional, el 80% de los profesionales calificados han migrado a otros espacios laborales dentro y fuera del país , sin ser sustituidos, por lo cual hay un déficit importante en las capacidades para la prestación del servicio.

Desde el año 2002 a 2003, comenzó el racionamiento de agua en Lara, lo que implicaba la realización de alrededor de 18 a 20 maniobras diarias. El procedimiento consistía en abrir y cerrar llaves de suministro de agua por zonas, de acuerdo a un cronograma previamente acordado, de tal modo que el tiempo que las distintas comunidades de la entidad pasaban sin recibir el servicio fuese lo menor posible, mientras que se distribuían las cargas con criterios de equidad.

Estas maniobras estaban a cargo de empresas contratadas por Hidrolara, que disponía de vehículos y radios que permitían un constante monitoreo de este componente del proceso (hoy, el 90% del parque automotor de Hidrolara está paralizado).

La realización hoy en día de unas 275 maniobras diarias da cuenta no solo del deterioro del sistema, sino del caos que impera en todo el proceso y de la falta de control de la hidrológica sobre el procedimiento.

Esas contratistas fueron progresivamente sustituidas y la realización de las maniobras le fue encargada a miembros de los llamados Consejos Comunales. A la falta de preparación y entrenamiento de estos vecinos para tan delicada tarea, se suma la pérdida de vehículos y equipos que impide que los responsables lleguen a tiempo a los sitios donde están ubicadas las llaves y que sea prácticamente imposible el control y el monitoreo de esta tarea.

Un ingeniero conocedor de esta realidad, cuyo nombre mantenemos en reserva, comenta. “Esa es la razón por la cual se pueden ver personas cargando unos tubos que son las formas que tienen las llaves, a pie o en bicicleta, con la mayor precariedad, sin apoyo, sin seguimiento de ningún tipo. El agua de los larenses está en manos de Dios”.

Las fugas de agua, por otra parte, no son solo un asunto técnico a resolver, sino una problemática socio demográfica que ha contribuido al crecimiento desordenado de la ciudad de Barquisimeto.

Es así como las poblaciones se asientan y crecen en áreas cercanas a tuberías matrices, la cuales “pinchan” para surtirse del líquido y garantizar un regular acceso. Tal es el caso de la Circunvalación Norte o el Distribuidor Moyetones, la Estación 45 (Km. 11) y sus asentamientos de Agua Viva, El Roble y otros, dañando así las tuberías y disminuyendo ostensiblemente el servicio hacia otras poblaciones de acuerdo a los cronogramas de distribución.

La zona de Pavia, ha quedado prácticamente sin servicio, situación que se agrava por la construcción del enorme complejo habitacional Alí Primera, de 4.000 apartamentos, para cuyo abastecimiento también se desvía agua que debería llegar a Pavia.

Lo mismo ocurre en la zona norte conocida como el eje Cují – Tamaca. El deterioro de equipos también contribuye al deterioro del servicio: plantas como Carabalí, que debería tener cinco motores funcionando, solo dispone de dos que están  operativos. Lo mismo ocurre con el suministro desde Macuto.

A continuación, algunos datos acerca de la situación en la entidad federal:

  • A Barquisimeto deberían llegar 3.000 litros por segundo (lps), pero llegan 1.600 lps.
  • 2000 lps se pierden por fugas de tuberías y 400 lps, debido a las tomas ilegales.
  • El déficit general es de 1.185 lps
  • El déficit por persona es de 55 litros diarios
  • Barquisimeto tiene 1.900 kms de tuberías. De esos, 200 kms son de la década de los años 50. Otros 900 kms son de la década de los años 70. Unos 1.000 kms son de la década de los 90. Prácticamente todas superaron su vida útil (entre 25 y 30 años)
  • La obsolescencia de las tuberías hace perder 300 litros por segundo.

Es importante señalar que sin electricidad no hay agua, por lo cual la crisis eléctrica en Venezuela agrava la situación.

Efectivamente, la necesaria presión del agua se logar de dos maneras, por gravedad o por impulso a través de equipos electromecánicos, por lo cual, la energía es condición para que el agua llegue a los hogares.

Por otra parte, la ideologización o politización de la prestación del servicio, también influye en la forma como llega o no a la familia larense. Una persona conocedora de la dinámica de este proceso, señala que hay una consigna tácita en la gobernación de Lara, según la cual “para los rico nada”.

Esta situación se presta para que aparezcan prácticas indebidas y poco transparentes. “Si la zona de los ricos padece déficit de agua, algún pesado de Hidrolara manda a cerrar el flujo para que tengan que comprar y así prospere el negocio de los camiones cisterna, que hoy en día no tienen control y son, sin duda, una fuente de contaminación de agua supuestamente potable. Incluso, sacan agua del rio Turbio para venderla de esa manera, sin importar cómo puede afectar esto la salud de las personas”.

Hay, incluso, quienes informan que “cisterneros” están pidiendo pagos en dólares y que no quieren ir sino a una sola casa cuando llegan a las urbanizaciones. Lo cual dificulta que varios vecinos se pongan de acuerdo para llenar sus tanques y compartir gastos.

Esta forma de corrupción se asocia a otras, adicionales a la no terminación de obras y a la pérdida de enormes masas de recursos. El ingeniero Gutiérrez  confirmó para Transparencia Venezuela, que en el año 2010 se pidió al Presidente Chávez declarar la emergencia eléctrica porque desde el 2005 la desinversión hacía estragos (“el problema es de vieja data”). Ese decreto implicó la asignación de unos US$ 100.000 millones que no se ejecutaron en la compra de equipos técnicos, como estaba previsto sin que haya investigación oficial alguna. “El apagón demostró que no hay planes para enfrentar la crisis de agua y electricidad”.

En julio de 2018 la gobernadora de Lara, Carmen Meléndez, informó que se aprobaron Bs. 42 millardos de crédito adicional para solventar la situación del agua en el estado, específicamente para la compra del sulfato de aluminio. Ese mismo mes,  el Consejo Legislativo aprobó BS 17 millardos. Aún no se tiene información sobre lo que pasó con esa nada despreciable suma, en qué se invirtió, pues los resultados no son nada alentadores.

Según Julio César Gutiérrez, para que un servicio de suministro de agua sea eficiente debe recaudar el 75% de sus costos operativos. ¿Es esto posible en Venezuela? “Sin duda”, responde.

“Hacia fines de los años ´90, la hidrológica regional alcanzó una cobertura del 85% de sus costos operativos”, comenta. Sin embargo, las causas descritas hacen imposible una meta tan deseable como esta sin un abordaje técnico, profesional y transparente en todo el proceso de prestación del servicio en Lara.

Sin agua y sin luz. Tortura de guante blanco.

La devastación causada por la crisis del agua, aunada a la de energía eléctrica, es un monstruo de mil cabezas.

Según el Informe de salud 2018, presentado por una coalición de organizaciones de derechos humanos, 75% de los centros de atención de salud pública no reciben agua de forma continua, o no la reciben.

La red hospitalaria enfrenta serios problemas de suministro de agua potable. Según el mismo informe, 82% de la población venezolana, equivalente a más de 26.000.000 de personas, no recibe agua de manera continua y la que se recibe es de muy dudosa calidad.

Esto sin duda afecta a una enorme cantidad de personas que visitan o están recluidas en los centros de salud, con particular énfasis en los paciente crónicos renales. Según referencias de una miembro de la Fundación para los Pacientes Renales del estado Lara (FUNDAPREL), en la entidad hay alrededor de 3.000 personas afectadas por esta enfermedad y 1.250 de estos se dializa, pero sólo existen 7 unidades de diálisis, todas en Barquisimeto, pues las que estaban previstas para las ciudades de Carora (municipio Torres) y El Tocuyo (municipio Morán) nunca se construyeron.

Es inhumana la travesía que deben recorrer estos pacientes del interior para lograr llegar a Barquisimeto y dializarse en su incansable lucha por la vida. La falta de transporte, de efectivo, la debilidad que produce la enfermedad (más del 80% de este tipo de pacientes tiene la hemoglobina por debajo de 6) convierte sus vidas en un verdadero calvario.

La crisis eléctrica ha contribuido a agravar sustantivamente la situación. Susana Mujica, paciente de diálisis peritoneal, comenta para Transparencia Venezuela:

“Tengo miedo. Para mí el agua es fundamental, forma parte de mi tratamiento, de eso depende mi vida. Y ahora que hubo el apagón, estoy más nerviosa. Yo uso un sistema de tanques y el agua tiene que estar muy bien esterilizada. Esos días no había agua, había que usar de botellón, tuvimos que pagar en dólares para hacerme una o dos diálisis diarias de cuatro que necesito. Tuve que reducir los alimentos para prevenir riesgo de intoxicación y, al comer muy poco, hice cuadros de hipoglicemia. Me descompensé, no teníamos luz y no podíamos ir a ninguna parte porque todo estaba colapsado. La insulina se salvó porque una vecina se la llevó cerca del Hospital Central para poder mantenerla refrigerada y otra la tuve a temperatura ambiente a riesgo de que se dañara. La envolvía en un pañito húmedo como si fuera un bebé al que tenía que cuidar y mantener fresco. Normalmente, debo bañarme 2 o 3 veces diarias para evitar posible contaminación del catéter. En esos días en mi familia casi nadie se bañaba para dejarme a mí lo poco que había. Intentamos comprar un tanque, pero nos pedían US$ 400. Recé mucho y por momentos me deprimí, se me bajó la tensión. Trato de mantener mi buen ánimo, porque eso es muy importante para mi tratamiento, pero no es fácil. ”

Durante la prolongada falla de electricidad que se vivió en todo el país en marzo de 2019 dejaron de funcionar cuatro de las siete unidades de diálisis ubicadas en Barquisimeto, con el colapso y daño previsibles.

Carmen Padilla, miembro de la Fundación para pacientes renales del estado Lara (FUNDAPREL), no recibió diálisis por cinco días.

“Tuve que disminuir la ingesta de muchos alimentos que son ricos en líquido, pues no podía ingerir nada de agua. Pase tres días sin dormir de la angustia, no hubo plan de contingencia ni para agua ni para luz. Otros, como el plátano o cambur tienen potasio y aunque para cualquiera son muy buenos, al no tener diálisis puede afectarse el cerebro. En esos casos, al no dializarnos, nosotros podemos morir de encafalopatía urémica, que consiste en que  la urea va al cerebro y se producen convulsiones, o un edema pulmonar agudo causado por la cantidad de líquido que se acumula en el cuerpo. 90% de la población en hemodiálisis no se está haciendo exámenes de laboratorio, tratamientos a ciegas. Mis hijos, que están fuera, me pasaban mensaje cada cinco minutos. Hubo sufrimiento para toda la familia”.

Otro tipo de consecuencia poco difundida es el daño psicológico y emocional que sufren las personas cuando se ven sometidas a situaciones extremas como la falta de agua y luz por varios días.

Al respecto, la psicóloga Mary Carmen Rivas, integrante de la organización Red Apóyate y de la Red de Derechos Humanos del estado Lara (Redhelara) declaró para Transparencia Venezuela:

“A esta violación masiva, sistemática, de derechos la llamo ´tortura de guante blanco´, y tiene el agravante de que la persona no hace tan claramente el vínculo entre el evento que causa el sufrimiento y el daño concreto en su vida, como sí ocurre con la tortura física directa. Este daño se ve agravado por el discurso ´psicotizante´ de los personeros gubernamentales, quienes niegan la realidad y plagan su narrativa de sarcasmo, ironía y burla, generando con ello un terrible sentimiento de abandono y desamparo, pues quienes tendrían que proteger a la gente son precisamente los que la sumen en el más hondo desamparo”.

La psicóloga explicó cómo han aumentado las consultas por razones de ansiedad, angustia, incertidumbre, trastornos estomacales (es el tracto en el cual se expresan los miedos), crisis de llanto. Según argumentó, “esos días se rompió el hilo de la vida de todos” pues “no solo el régimen no generó alternativas para la contingencia, sino que sacó a la calle las fuerzas de seguridad para reprimir posibles protestas”.

Una vecina, que no disponía de teléfono con energía ni reloj o radio de batería, comentó la oscuridad interior que la embargaba cuando – al despertar durante la noche- le era imposible saber qué hora era.

El día 20 de marzo de 2019, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, emitió una declaración correspondiente a un “Informe Oral de Actualización sobre la situación de los derechos humanos en la República Bolivariana de Venezuela”, en el que reconoció el agravamiento de la crisis en nuestro país, incluyendo salud y servicios básicos. Agregó que no solamente no ha sido reconocido por las autoridades sino que, por tanto, lo realizado ha sido insuficiente. Ya la magnitud de la crisis es inocultable.

¿Qué hacer?

La Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat (ANIH), en un documento presentado en el Palacio de Las Academias el 8 de julio de 2018, ofreció una hoja de ruta acerca de las principales tareas a acometer a nivel nacional para solventar la crisis del servicio de agua. Entre estas, destacan:

  • Reparar las presas existentes, con énfasis en las que se encuentran en estado crítico
  • Implementar un plan de mantenimiento, rehabilitación o reparación de las presas, obras civiles, vías de acceso, equipos de operación, control e instrumentación.
  • Atender   la creciente problemática de calidad del agua.
  • Solventar el estado grave de corrosión de los diferentes acueductos y tuberías.
  • Recuperar y centralizar la información técnica e histórica de cada proyecto, la inspección detallada, la preparación de manuales de operación y mantenimiento, así como los planes de contingencia y de seguridad de todas las presas.
  • Continuar los estudios y ejecución de obras ya planificadas desde el siglo pasado, contribuyendo al mejoramiento de los servicios de agua potable e hidroelectricidad.
  • Restablecer los programas de protección y recuperación de las cuencas que abastecen los embalses.

La realidad de Lara no es distinta a la realidad nacional. En la entidad es necesario terminar la construcción de la Represa Dos Bocas,  sustituir o actualizar las tuberías cuya vida útil ha terminado, acabando así con las fugas de tantos litros de agua necesarios para la vida. Impulsar una vigorosa legislación que enfrente con decisión las tomas ilegales, manejar la hidrológica del estado Lara con eficiencia, transparencia, respeto por el usuario y promover la profesionalización de su desempeño.

Lo que queda claro es que la crisis del agua, en el país y en la entidad, es producto de decisiones, acciones, omisiones y hechos de corrupción que han sido las causas del caos masivo. Por tanto, hacer lo correcto debería llevar a garantizar a la población su derecho al agua, que no es otro que el derecho a la vida.

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