De ocho equipos de la principal liga local (LVBP), al menos cuatro tienen vínculos directos con el oficialismo. Una segunda liga (LMBP) se creó en 2021 y se caracteriza por la opacidad y las sospechas de relaciones con altas figuras del gobierno. Mientras tanto, las tormentosas relaciones con Estados Unidos han cerrado oportunidades al talento local

Transparencia Venezuela, 06 de julio 2025. Pocas instituciones van quedando en Venezuela con más antigüedad que los gobiernos del chavismo: una de ellas es la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), de lejos el deporte más popular del país, el que acapara las conversaciones y «chalequeos» en cada esquina una vez que empieza el torneo, que en 2025 cumple 80 años de vida. Sin embargo, como se ha visto antes, los clubes de deporte profesional han sido cooptados como otra fachada de los negocios del oficialismo, una realidad de la que tampoco escapa la pelota. El poderoso guante del régimen también atrapa equipos.
La LVBP está constituida por ocho clubes, de los que al menos cuatro son controlados principalmente por empresarios y directivos cercanos a figuras del círculo de poder madurista, según fuentes independientes consultadas para este reportaje: Navegantes del Magallanes, Tigres de Aragua, Tiburones de La Guaira y Caribes de Anzoátegui.
Los clubes restantes (Leones del Caracas, Cardenales de Lara, Águilas de Zulia y Bravos de Margarita) pertenecen a consorcios privados o grupos familiares de varias generaciones de tradición, lo que no implica que dejen de transar con el oficialismo para garantizar su supervivencia, como casi toda actividad bajo un Estado de tintes totalitarios.
El presidente del Consejo Directivo de Navegantes del Magallanes —el club más popular de Venezuela, según estudios de la firma Datanálisis— es Giuseppe Palmisano Lonigro, un personaje ubicuo en el deporte nacional que también es el actual presidente de la LVBP. Además, preside la Superliga Profesional de Baloncesto y el equipo Trotamundos de Carabobo, así como el equipo de fútbol Carabobo FC.
Un equipo más dependiente del gobierno es Tigres de Aragua, entre cuyos directivos ha figurado Esteban Trapiello, veterano productor artístico y televisivo muy cercano a Tareck El Aissami, según un perfil del portal de investigación Armando Info. La caída en desgracia de El Aissami, exministro de Petróleo acusado de corrupción y presuntamente detenido desde 2024, no necesariamente ha arrastrado a este delfín.
Fue pública y notoria en 2023 la compra de Tiburones de La Guaira —otrora uno de los clubes pertenecientes a familias vinculadas por décadas al negocio beisbolero— por Wilmer Ruperti, empresario naviero y habitual «rescatista» de los gobiernos del chavismo. De hecho, desde entonces el propietario ha traspasado los códigos no escritos de la pelota para inmiscuirse en los asuntos estrictamente deportivos del equipo: como en diciembre de 2024, cuando intervino de manera pública para impedir el despido del manager Oswaldo Guillén, con un video subido a redes sociales en el que Ruperti no parecía estar físicamente del todo bien.
Con respecto a los Caribes de Anzoátegui, también es pública la cercanía de su propietario Magglio Ordónez (exjonronero de Grandes Ligas y exalcalde del PSUV en el municipio Sotillo del estado oriental) y el fiscal general del régimen de Maduro, Tarek William Saab, exgobernador del estado Anzoátegui por el partido de gobierno PSUV. Ambos tienen un vínculo de compadrazgo y de otra naturaleza: «Sus pininos como hombre de negocios tuvieron lugar en 2006, cuando a la sombra de su compadre, el gobernador por ocho años de Anzoátegui, Tarek William Saab, ganó contratos para obras públicas en la región. Una empresa de Ordóñez construyó el estadio de fútbol de Puerto La Cruz, que sirvió de sede para la Copa América de 2007, detalla un perfil del diario español El País.
La lista de clubes de la LVBP capturados para la causa oficialista estuvo a punto de ampliarse con un quinto miembro: Bravos de Margarita, que al menos hasta la actualidad es propiedad de Tobías Carrero Nácar, un empresario de seguros que, según varias fuentes, fue cercano al chavismo, pero luego cayó en desgracia ante el poder de facto. Por órdenes directas de El Aissami (entonces todopoderoso ministro de Industria), el equipo margariteño fue intervenido por el gobierno de Maduro en 2020. De esta medida luego no se supo más, al menos de manera pública.
Con antecedentes de sanción
Magallanes y Tigres de Aragua llegaron a estar sancionados directamente entre 2019 y 2022 por un organismo cuyas siglas ya son ampliamente familiares para los venezolanos medianamente informados: la OFAC (Oficina de Control de Activos en el Extranjero) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, lo que por supuesto tuvo implicaciones en lo deportivo: afectaban la capacidad de ambos clubes tanto para contratar peloteros importados como para repatriar a sus grandeligas venezolanos o cualquier otro beisbolista con contrato vigente en el Norte.
¿Por qué estos equipos y no otros (o todos)? Las razones fueron complejas y las expuso el portal especializado El Emergente en 2020. Se podría resumir en el hecho de que tanto los «bucaneros» (Magallanes) como los «felinos» (Los Tigres de Aragua) están constituidos como fundaciones, de las que forman parte inseparable los gobiernos locales de Carabobo y Aragua, también controlados por el oficialismo.

Los equipos Navegantes del Magallanes y Tigres de Aragua estuvieron sancionados entre 2019 y 2022
Las tormentosas relaciones de los gobiernos del chavismo con la Casa Blanca han cerrado oportunidades a los talentos venezolanos. A diferencia del fútbol mundial (gobernado por la FIFA, un organismo multilateral con más miembros y dinero que la ONU), en el béisbol un solo país acapara los principales deportistas y da el visto bueno a las principales competiciones internacionales: EE. UU., a través de su poderosa liga profesional, la MLB.
Las estrellas venezolanas en el béisbol de Estados Unidos siguen estando allí y brotando de debajo de las piedras —actualmente destacan Ronald Acuña, José Altuve, Salvador Pérez, Eugenio Suárez y Jackson Chourio, entre otros—, pero Venezuela llegó a tener hasta 10 academias de equipos estadounidenses de Grandes Ligas operando en su territorio. Un capítulo que se cerró en 2015 y que hoy luce como un pasado extremadamente lejano a medida que el país petrolero se ha ido aislando de la comunidad internacional y erosionado su institucionalidad política y tejidos sociales y económicos.
Esta es una de las razones por las que Venezuela sigue muy detrás de República Dominicana en número de peloteros en Grandes Ligas, a pesar de que cuenta con una población mucho mayor —y granja de potenciales prospectos— que la nación insular.
La LVBP era antes un espacio de aprendizaje también para jóvenes peloteros estadounidenses, que jugaban acá bajo convenios con clubes de MLB: en numerosas ocasiones terminaban luego en Grandes Ligas y contribuían al espectáculo popular de la liga local. Un dato: de 140 beisbolistas importados que vinieron a la LVBP en la temporada 2009-2010, un total de 99 eran estadounidenses (71%). Para la campaña pasada (2024-2025), apenas vinieron 36 estadounidenses (35% del total), y ya no pertenecientes a sucursales de Grandes Ligas, sino «aventureros» de escaso nivel competitivo que se atrevieron a viajar al país por su cuenta.
La Liga Mayor: un chicle que no se infla
Para mantener el músculo activo de todos aquellos que se han quedado sin oportunidades en la MLB de Estados Unidos y sus «granjas» de ligas menores —al menos en la teoría—, en 2021 el régimen de Maduro creó la llamada Liga Mayor de Béisbol Profesional (LMBP), que se juega en meses que coinciden con el verano boreal. En este caso ya no hay el menor disimulo de una independencia entre el deporte profesional y el omnipresente aparato estatal: es una presentación del Ministerio del Deporte, cuya propaganda aparece tanto en los uniformes como los estadios.
En la práctica, las posibilidades para los criollos son limitadas: actualmente cada equipo tiene un cupo de siete peloteros importados sobre el terreno, incluso superior a los seis de la LVBP en su más reciente temporada. «Cuando tú analizas la lista de extranjeros que traen, es una cosa que da vergüenza. En términos beisbolísticos es una liga de muy poco valor. No se le está dando la oportunidad a jóvenes promesas», indica una fuente vinculada al torneo y que mantiene su nombre en reserva.
No es la primera vez que en Venezuela se juega una «liga de verano» para dar trabajo a los peloteros que se quedan sin contrato en el Norte: por iniciativa de Chávez, por ejemplo, se creó en 2005 la «Liga Nacional Bolivariana de Béisbol», un experimento que no cuajó. La LMBP está constituida por ocho clubes (Delfines y Centauros de La Guaira, Samanes de Aragua, Líderes de Miranda, Senadores de Caracas, Caciques del Distrito, Marineros de Carabobo y Guerreros de Lara), que siguen pasando inadvertidos en comparación con las franquicias de la LVBP, encabezadas por los archirrivales Caracas y Magallanes.
«A los estadios no va nadie. Permanecen vacíos, aunque los precios de las entradas son muy bajos. Cuando vas a los estadios, todos tienen la propaganda del Ministerio del Deporte, incluso en las pantallas electrónicas. El ministerio subsidia a esos equipos. Los dueños de equipos y los patrocinantes están vinculados al gobierno en 80%», estima la fuente.

En los estadios y hasta en los uniformes está el logo del Ministerio del Deporte
Los rumores sobre la identidad de los dueños reales o beneficiarios finales de los equipos apuntan a figuras de mucho poder dentro del gobierno venezolano, en especial en la vicepresidencia de la República y la Asamblea Nacional, quienes estarían intentando lavar dinero obtenido de la gran corrupción enquistada en Venezuela. No obstante, la información disponible tanto en fuentes abiertas como cerradas aun no es concluyente.
La opacidad se extiende incluso hasta el Ministerio de Deporte que como la mayoría de los entes del Estado mantiene en secreto sus informes de gestión, lo que imposibilita conocer sobre el financiamiento que da a los equipos.
La página web de la LMBP también carece de información sobre sus directivos, aunque su presidente es el expelotero Arturo Cupido y, según el Registro Nacional de Contratistas, como sus accionistas figuran Kimberley Dayana Pérez, José Carlos Colmenares, Rosa Carolina Rodríguez, Roy y Jhonathan González Frías, cada uno con 20% de los títulos de propiedad de la liga.
Pese a todo el secretismo que ronda a los equipos de la Liga Mayor de Béisbol Profesional, algunas vinculaciones de sus directivos saltan a la vista.
El presidente del club Delfines de La Guaira es Alinson Chacón, un hombre de 46 años de edad con un perfil muy activo en redes sociales, en las que se muestra como un gran amante de los deportes extremos y en las que, además, ha expresado su cercanía con uno de los hijos de Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro, a quien se dirige como su «hermano». El equipo presidido por Chacón tiene justamente entre sus patrocinantes a Furia Store, una tienda deportiva que está vinculada con los hijos de Cilia Flores.

El equipo Delfines de La Guaira es patrocinado por Furia Store, vinculado con los hijos de Cilia Flores
Chacón además es presidente del equipo Piratas de La Guaira, de la Superliga de Baloncesto, vicepresidente del equipo de fútbol Deportivo La Guaira y ha estado relacionado con al menos cuatro empresas dedicadas a servicios aduanales. Una de sus empresas, A&S Asesores CA, está registrada como agente de aduanas ante el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat). Chacón trabajó para el Seniat al menos hasta el año 2005, según registros del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
Carlos Guillén, expelotero de Grandes Ligas, es la figura visible detrás de Samanes Aragua. Ha estado vinculado a la Fundación Tigres de Aragua, como accionista con al menos 25% de participación, junto con el ya citado Esteban Trapiello, y también fue director del Instituto Regional de Deportes de la gobernación de Aragua, además de ser otra figura cercana a Tareck El Aissami.
Otro beisbolista retirado vinculado a los Tigres de la LVBP, Víctor Zambrano, aparece como principal directivo de los Centauros de La Guaira. El representante legal del club es José Gregorio Zambrano, un hombre que ha estado vinculado con al menos dos entes del Estado. Fue empleado del Instituto Autónomo para el Desarrollo de las Costas de Aragua hasta 2015; y en 2020 comenzó a formar parte de la nómina del Ministerio de la Mujer y la Igualdad de Género.