Ser VIH+ en Venezuela

Su vida dio un giro de 180 grados en un segundo. Así lo hace saber en su muro de Facebook: “sólo puedo mirar atrás y dar GRACIAS por todas las pruebas superadas, por todos los que me han acompañado en mi camino, cuando un 19 de enero del año 1998 mi vida cambio para siempre después del diagnostico…”
“He escrito tantas cosas en estos 19 años, todo está documentado y ustedes con su amor me han permitido que el camino sea más fácil de transitar, algunos han estado presentes siempre, otros desde el silencio y el abrazo fuerte, unos cercanos y algunos desde la distancian de igual manera me han apoyado”.

Ahynec Pantoja pudo preferir el anonimato, pero por el contrario, decidió avanzar y apoyar a otros en su misma condición. No quiere desanimarse, pero la realidad que vivimos actualmente en Venezuela, le preocupa.

“Vivo en una Venezuela donde el sistema de salud no es garante de SALUD, no puedo evitar sentir un pequeño susto cuando camino de farmacia en farmacia y no encuentro mis pastillas para la tensión, cuando cuatro puntos en la cabeza cuestan en una clínica privada tres sueldos mínimos porque en los hospitales no hay sutura, cuando cientos de hermanos #vih han quedado sin sus esquemas de antirretrovirales por meses, y es un medicamento que debe estar en [la] sangre a diario”

Pantoja relata que ha contado con el apoyo de la organización Red Venezolana de Gente Positiva una asociación cuya misión es prestar a apoyo a las personas que viven con VIH/SIDA.

El activismo necesario

Su trabajo de activismo inició aproximadamente un año después del diagnóstico. En 1999 decide viajar a New York en busca de información y medicamentos, ya que para ese momento en el país no existía el programa de VIH/SIDA.

Un grupo de amigos que conocían de su estado de cero positivo organizaron una actividad de calle para costear su viaje. Luego de su regreso se reunieron para formalizar el trabajo a través de una ONG dado el alto costo de los medicamentos.

Tres años después de su diagnóstico, el Ministerio de Salud creó un programa para la distribución gratuita de las medicinas.

“Yo sentía una necesidad de informar a todos lo que me estaba pasando”. Las charlas, talleres, y otras actividades le permitieron trabajar en el área de la prevención.

“El miedo que sentí lo canalicé, lo usé como empuje para hacer un trabajo en la sociedad barinesa”. Durante muchos años tuteló en la Organización No Gubernamental, Avencer, y además es miembro de la Red Venezolana de Gente Positiva.

“Me volví visible, así que realicé campañas y [escribo] artículos al respecto”. El apoyo de familiares y amigos le es fundamental. Su trabajo en la alcaldía de su ciudad en Barinas es lo suficientemente flexible como para mantenerse activas en ambas ONGs.

Gradualmente fue centrando su trabajo en las personas recién diagnosticadas y sus familiares, mediante asesorías y terapias de grupo, conserjería por mensajes y correos electrónicos. Este trabajo le permite conservar la confidencialidad de los pacientes.

Vivir con VIH en Venezuela

Por medio del programa de VIH/SIDA de su ciudad, Anyhec cuenta con medicamentos antirretrovirales. Algunos esquemas nuevos no están ingresando al país, lo cual ha traído como consecuencia la angustia y, por supuesto, el aumento de los riesgos de la enfermedad. En su caso la ansiedad es menor, pues cuenta con un trabajo, no tiene hijos y puede ir solventando en la medida de sus posibilidades.

Pero estos programas no proveen todos los suministros necesarios. No cuentan con muchos medicamentos, ni los suplementos alimenticios para adultos y los condones escasean. Todo esto influye  en el deterioro de la calidad de vida.

De igual forma, el tratamiento para controlar la tensión, triglicéridos;  o el llevar una dieta balanceada se ha vuelto algo titánico debido a la escasez y el alto costo de los alimentos.

Una dura decisión

La decisión de emigrar de Venezuela está en ciernes. Piensa en sus padres, ambos con más de 70 años de edad, su apoyo en todo momento. “Para mí la prioridad es irme del país, yo necesito vivir en un lugar donde el sistema de salud me respalde, prefiero despedirme en un aeropuerto  que pasar las inclemencias de caer en un hospital”.

En una ocasión, la presencia de piedras en la vesícula y en los riñones la llevaron a terapia intensiva del Hospital Luis Razetti, el primer centro asistencial del estado Barinas. Debió ser intervenida en tres ocasiones y sus defensas bajaron notoriamente, perdió peso, cabello y presentó una septicemia (infección interna por causa del mal funcionamiento renal).

En ese momento, sus amigos y compañeros de trabajo la apoyaron económicamente, pidieron dinero en las calles, hicieron eventos para recaudar fondos, toda una movilización de solidaridad, relata Anyhec.

La situación del país lo hace todo mucho más difícil, sin una buena alimentación, sin medicamentos ni atención médica es difícil ocuparse adecuadamente del tratamiento de su condición.

Desconocimiento o falta de políticas públicas

La gente recurre a las ramas y guarapos pensando que así pueden curarse. Es una manera de aferrarse a algo, otros lo hacen por desconocimiento. “Es un submundo donde cada uno tiene una vivencia diferente, particular” dice Anyhec.

El Estado no se encarga de financiar campañas de concientización en los medios de comunicación. Ella misma sintió la necesidad de abandonar Avencer al ser testigo de tanta apatía; su trabajo como voluntaria continúa a pesar de  seguir con la Fundación.

“Cuando una persona me llama, me escribe, o me busca y escucho en su voz el mismo miedo que yo sentí hace tantos años atrás, entiendo que no puedo parar, puedo, pero no debo”.

En su caso, ha tenido gran apoyo,  pero no es la causa general. Quizá por el hecho de ser un personaje visible, de dar charlas en algunos auditorios, la gente se solidariza con ella, más no con la causa, o al menos eso es lo que ella afirma, aunque considera que puede estar equivocada.

“Hay que comunicar lo que sentimos y lo que padecemos, es la única manera de recibir apoyo y ayuda. La gente no lee la mente, así que hay  que tocar puertas,  y jamás perder la fe.  […] jamás quedarnos estacionados en el dolor y  menos en la rabia”.

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