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La guerra de aranceles de la administración Trump contra China, y en menor medida contra históricos aliados comerciales, tendrá respuestas desde Asia que podrían desenmascarar sus actividades de compra y refinación de crudo venezolano sancionado.

Transparencia Venezuela en el exilio, abril 2025. La decisión del gobierno de Estados Unidos de suspender las licencias a la actividad petrolera de la estadounidense Chevron y de las empresas europeas aliadas con Pdvsa, así como la imposición de un régimen arancelario a todo el que negocie con petróleo venezolano, plantea nuevas interrogantes sobre las relaciones comerciales entre China y Venezuela.

El contexto geopolítico actual es diferente al de 2019, cuando entraron en vigor las sanciones estadounidenses a Pdvsa. La deuda de Venezuela con China y Rusia era mayor que ahora; Rusia no estaba en guerra ni sus empresas petroleras y de transporte estaban sujetas a sanciones; la ofensiva comercial de Estados Unidos estaba focalizada, era de menor intensidad y no se había instrumentalizado para sancionar.

Además, las relaciones económicas entre Venezuela, Rusia y China, recién iniciaban el periodo de enfriamiento que aún persiste; el régimen de Venezuela no tenía experiencia en evasión de sanciones petroleras; la red cleptócrata interna no había enfrentado reacomodos como el ocurrido luego de la colosal trama de corrupción Pdvsa-cripto, donde se perdieron $16.690 millones y la coalición del gobierno perdió, con la ¿prisión? de Tarek El Aissami, uno de sus ejes. A esto se agrega que la crisis política que existía no era tan grande como la generada luego del fraude electoral del 28 de julio de 2024 y el recrudecimiento de la represión; tampoco los niveles de rechazo al régimen eran de la dimensión que ahora tiene. 

Algunos de estos elementos implican obstáculos a la evasión de las sanciones, pero es preciso considerar que en la actualidad China es el comprador de más de 50% del petróleo exportado por Venezuela, liderazgo que ostenta desde 2019, aunque los reportes estadísticos de la aduana de China no reflejaron importaciones de crudo venezolano durante los años 2020 y 2021 y a partir de 2022 aparecen compras de sustancias bituminosas o asfalto y no de petróleo.

Por otro lado, la guerra de aranceles abierta de la administración Trump contra China y en menor medida contra históricos aliados comerciales, tendrá respuestas desde Asia que podrían desenmascarar sus actividades de compra y refinación de crudo sancionado.

Investigaciones de medios han documentado cómo las empresas China Concord Petroleum Co., Hangzhou Energy y China Aerospace Science and Industry Corp (Casic), brazo comercial de una empresa de defensa, han prestado servicios logísticos de transporte de petróleo sancionado de Venezuela, haciendo transbordos en altamar, renombrando el crudo Merey a Singma, Mal, Miri o Kimanis y con ello cambiando el origen a Malasia.

Cabe acotar que Casic recibió supertanqueros que PetroChina embargó a Pdvsa luego de la quiebra de la empresa conjunta CV Shipping y una disputa legal, de tal manera que Casic comercializa el petróleo venezolano con buques que antes pertenecieron a Pdvsa.

Pequeñas refinerías chinas conocidas como “Teteras”, ubicadas estratégicamente en la provincia de Shandong y la costa oriental de China, son las compradoras de petróleo sancionado de Irán, Rusia y Venezuela; transacciones que se realizan en moneda de China (renminbi) o criptomoneda y que permiten el aprovechamiento de grandes descuentos respecto al mercado de petróleo no sancionado, sin comprometer a las grandes refinerías estatales de alcance multinacional, como China National Petroleum Corporation (CNPC),  China National Offshore Oil Corporation (Cnooc) o PetroChina Co Ltd.

El uso de renminbi en las transacciones permite amortizar la deuda de Venezuela, mientras que las criptomonedas han servido de refugio para comercializadores que buscan escapar de instancias de control de cualquier tipo.  

Este contexto permite pronosticar que China seguirá siendo un actor importante en la comercialización y refinación del crudo venezolano, con un elevado poder para imponer condiciones sobre los precios, las cantidades a comprar y las formas de pago, en un mercado en el que Rusia e Irán también necesitan colocar sus productos y en el que difícilmente Pdvsa pueda mantener niveles de producción sin la participación de empresas occidentales.

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