Hoy 2 de abril, en el Día Internacional de la Verificación de Datos, recordamos el «holocausto de la memoria» que afecta a nuestra historia venezolana reciente, y los peligros globales que rondan a la libertad de datos públicos 

 

Transparencia Venezuela, 2 de abril de 2023. ¿Qué aspecto tiene el punto exacto en el que nace el río Guaire? ¿Y el lugar en el que está su desembocadura? El periodista venezolano Oscar Medina hizo reportajes como este durante su paso por el diario El Universal,entre 1998 y 2015. En ellas probablemente no estaba en juego el cargo de un presidente o un juicio por corrupción, pero dejaron una instantánea de un país. 

Medina recuerda que el medio de comunicación contaba con una unidad de investigación (llamada Expediente): «Mi entonces compañero Francisco Olivares encabezó trabajos que dejaron un registro muy importante, como los de los hechos del 11 de abril de 2002 o la llegada de funcionarios cubanos a las instituciones públicas de Venezuela. Y a mí me tocó investigar, en su momento, el Programa Maisanta, primer antecedente de violación de la privacidad de datos de ciudadanos opositores, antes de la Lista Tascón». 

¿Dónde buscar esos materiales en 2023? Aparte de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, cuya sede física y catálogo digital cuentan con sus propias y graves limitaciones… probablemente en ninguna parte. 

Este domingo 2 de abril se celebra el Día Internacional de la Verificación de Datos. Aunque parece que en esta época, gracias a Internet, tenemos más información que nunca —un «servidor» que probablemente tendría el tamaño de un cubo de 10 kilómetros por lado—, la fragilidad de nuestra memoria histórica (física o digital) es un problema global. Y en Venezuela, quizás alcanza dimensiones de hecatombe. Puede pensarse que los verificadores de medios como EsPaja.com solo trabajan con hechos recientes, pero la ausencia de archivos les deja con una pata coja.

«No es un problema solamente de los medios de comunicación» 

Puedes hacer el siguiente ejercicio en Google: escribe entrecomilladas las frases «Blanca Ibáñez» y «fondos reservados». El 13 de julio de 1994, la que había sido secretaria privada y luego esposa de un Presidente de la República (Jaime Lusinchi) fue sentenciada a un año de cárcel por un delito que se llamaba malversación de fondos reservados. Pocos casos de corrupción son tan emblemáticos, al menos en esa etapa de nuestra historia. Y de hecho, requeríamos investigarlo para una verificación de EsPaja.com en pleno «PDVSA-Cripto Gate» de 2023: ¿es cierto que el llamado «chinito de Recadi» fue el único corrupto sentenciado antes del chavismo? 

Pero en Internet solo vas a conseguir artículos de medios internacionales como El País (España) o El Tiempo (Colombia), que en 2023 tienen sus propias restricciones pues sus contenidos han pasado de públicos a parcial o totalmente pagos. Algún artículo académico, por ejemplo, de la UCAB. O visiones sesgadas producidas desde el oficialismo. ¿Qué pasó con los archivos de medios venezolanos emblemáticos como El Nacional, Últimas Noticias, ambos fundados en 1941 o El Universal, de 113 años de historia? 

«Lo de El Universal es un crimen imperdonable contra la memoria», lo califica sin dudar el periodista Oscar Medina. En 2014, el medio de comunicación cambió de propietarios, lo que implicó también una modificación en su línea editorial. Posteriormente, todos los archivos digitales previos desaparecieron de un plumazo en la web ElUniversal.com. 

¿Y los que estaban en los periódicos impresos? La empresa jamás los digitalizó. La sede de El Universal contaba con un archivo físico que se podía visitar, pero cuyo destino se desconoce —soportes como el papel periódico y los microfilms requieren medidas adicionales de preservación, además de proyectos de digitalización—. Pertenecía a la Fundación Andrés Mata, de cuya existencia en 2023 tampoco hay constancia en la web. 

Un guerrero golpeado: medios históricos como El Nacional desaparecieron en formato impreso y carecen de músculo o iniciativas para preservar y divulgar el grueso de sus valiosos archivos  

 

¿Y El Nacional? Tuvo sus propios problemas: censura y ataques gubernamentales luego de la llegada de Hugo Chávez al poder, una demanda judicial e incluso el embargo de su sede, en la que estaba su archivo físico. En medio de la supervivencia, la preservación de la memoria suele quedar en la cola de las prioridades (aunque debería ser al revés). 

«Yo escribí durante más de seis años para El Nacional como corresponsal desde el estado Carabobo», relata la periodista Tibisay Romero a EsPaja.com. »Uno de los casos más sonados que me tocó cubrir fue el de los contenedores con comida descompuesta de Pdval, que luego se dio a conocer como el ‘Escándalo de Pudreval‘. Cuando traté de buscar digitalmente los archivos, ya no había acceso, no había manera de encontrarlos. Con frecuencia se nos dice a los periodistas que guardemos nuestros textos en páginas web personales o en nuestras redes sociales, pero estas plataformas eventualmente también pueden colapsar o cambiar de propietarios», alerta Romero. Ya sabemos lo que pasó en 2022 con Twitter, que también es una memoria histórica y ahora tiene nuevas reglas. 

Casi en todo medio hay una historia para contar sobre la pérdida de archivos: la desaparecida unidad de investigación de Últimas Noticias (otro medio histórico que cambió de propietarios) ganó premios internacionales por un reportaje que desenmascaró a los perpetradores del crimen de Bassil Da Costa en 2014. Hoy, ese reportaje solo se preserva en la web gracias a una organización no gubernamental (IPYS). En el link de Últimas Noticiasque reseñaba un premio para el reportaje, irónicamente, solo se lee la palabra inglesa Forbidden (prohibido): 

Incluso medios independientes que se crearon en el siglo XXI, que en teoría deberían conservar digitalmente todo (o el grueso) de su corpus de contenidos —algunos de ellos nacieron de hecho ya exclusivamente como páginas webs, caso de El Pitazo o Efecto Cocuyo—, enfrentan sus propias dificultades para cumplir esa meta. Muchos han debido cambiar periódicamente de servidores en Internet, a veces por ataques de hackers o bloqueos del ente oficial Conatel, y estas mudanzas suelen implicar pérdidas de archivos de períodos específicos. 

«Recuerdo el caso del periodista guayanés de investigación Damián Prat, a quien le publicamos en Tal Cual trabajos sobre las empresas de Guayana y no están ya en la web, sino en un disco duro. Para buscarlo ahí, si no se tiene la fecha concreta de su publicación, es un trabajo bastante arduo», señala Xabier Coscojuela, exdirector de ese medio de comunicación,fundado como diario impreso por Teodoro Petkoff en 2000.  

«Nosotros valoramos mucho el guardar la información (histórica), pero en 2019 tuvimos un problema (con el servidor) y tenemos información guardada en un repositorio (de contenido digital), esperando para pasarla a la web», explica César Batiz, director de El Pitazo. «Eso nos cuesta dinero. Nos contaminaron la data con un hacker», agrega quien ha presenciado varios cambios de dominio (por ejemplo, de El Pitazo.com a El Pitazo.net y otros) para eludir los bloqueos gubernamentales. 

Otra potencial amenaza viene de firmas privadas que «limpian» la reputación digital de clientes con casos judiciales comprometedores, y que presionan a medios venezolanos para borrar de la web sus investigaciones. 

«Para mí es fundamental entender que los archivos forman parte del derecho al acceso a la información pública que tienen los venezolanos. Que además es un derecho constitucional de Venezuela y está establecido en estándares internacionales de libertad de expresión y de Internet. Es uno de los componentes de los objetivos de desarrollo sostenibles de la ONU, específicamente del objetivo 16 que contempla el acceso a la información pública. «, recuerda la periodista de investigación Mariaengracia Chirinos. 

«Estamos perdiendo gran parte de la memoria del país y eso va a tener un impacto a corto, mediano y largo plazo. No es solamente un tema que compete a los medios de comunicación, sino también básicamente a todos los contenidos que están en Internet, incluidos los datos públicos del Estado (mira el especial de EsPaja.com sobre el país de mentira de la opacidad), y que deberían formar parte de la discusión pública», agrega Chirinos. 

 

Ya el problema lo conocemos. ¿Qué hacemos? 

Un posible mantra: publique, preserve, difunda. Para todo comunicador, e incluso todo ciudadano o institución que maneje contenidos, la primera tarea es publicar en Internet. Y luego preservar y difundir lo publicado. 

«Google o cualquier otro buscador busca información de lo que está publicado. Evidentemente situará en las primeras búsquedas lo que está pagado, además de lo más consultado. Pero si no se crean contenidos y no se publican, no aparecerá la información en ningún caso. Por lo tanto, es tarea de las organizaciones colocar contenidos en la red para que lo mismos puedan ser consultados. La labor del profesional de la información es difundirla, luego de organizarla y tratarla técnicamente. Por eso actualmente se habla de humanidades digitales, como una tendencia a hacer colecciones de diversos temas y difundirlas utilizando las bondades de las aplicaciones y repositorios que pueden crearse en Internet», señala Arcángel Sánchez, bibliotecólogo de la UCV y consultor en gestión de documentos físicos y electrónicos. 

Sí hay gente construyendo. No todo es destrucción o desaparición: mientras lees esto, hay gente trabajando en iniciativas para preservar archivos en Venezuela. Y no solo lo publicado en medios de comunicación. «La memoria es identidad», señala Guillermo Ramos Flamerich, periodista venezolano en Francia que es uno de los profesionales que desarrolla el proyecto Red Historia Venezuela.

  «En esta primera etapa nos interesamos sobre todo en archivos institucionales y hemerográficos que estén en peligro. También están los archivos familiares y particulares que son de una riqueza profunda. Por ejemplo, las historias personales de víctimas de esclavitud en los siglos pasados. Internet es hoy en día el gran punto de partida para investigar. Desde cosas tan sencillas, pero útiles, como la información en Wikipedia, hasta los catálogos infinitos de las universidades del mundo, de los repositorios de Google, de revistas indexadas, de videos en YouTube. Más bien el gran tema para el futuro es saber qué seleccionar entre tanta información», apunta Ramos Flamerich. 

Nadie es eterno en la vida. Tampoco Internet. No hay que dar por sentado que los servidores, webs, redes sociales y plataformas en las que publicamos y divulgamos contenidos se mantendrán para siempre con sus funciones actuales. Incluso pueden colapsar y hasta desaparecer. 

Hay iniciativas globales sin fines de lucro de preservación de toda la memoria web como Internet Archive (WayBack Machine), en la que podemos subir de manera libre prácticamente cualquier contenido en peligro de ser borrado en el futuro de la web. De hecho, en EsPaja.com tenemos como práctica preservar allí los links que empleamos en las verificaciones. 

Pero hasta estas instituciones, eventualmente, podrían recibir ataques de hackers o demandas judiciales por parte de interesados en ocultar información. 

Nadie está 100% blindado contra una oscurana y quizás habrá que considerar la perpetuación de cada información de interés público en múltiples plataformas y formatos… Incluso en una enorme caja negra en la isla de Tasmania (Australia), como propone el proyecto Earth’s Black Box, y en el supuesto no deseado de que la Tierra desaparezca, en tubos enterrados bajo la Luna. 


 


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