La película de Steven Soderbergh reunió al economista Asdrúbal Olivares, de Ecoanalítica, y a la periodista Indira Rojas, de Prodavinci, en el contexto del ciclo de cine foros “Cómo robar a un país”. Los invitados reflexionaron acerca de cómo se ve la corrupción desde las víctimas

Transparencia Venezuela, 03 de agosto de 2023.- Las lavadoras del siglo XXI son silenciosas, pero seguras. Esto fue lo que descubrió Ellen en La lavandería, la película que se proyectó en la tercera sesión del ciclo de cine foros “Cómo robar a un país”, de Transparencia Venezuela. La película, un interesante ejercicio de ficción, que parodia las actividades offshore en el contexto del escándalo de los Panama Papers, tiene a los propios dueños de Mossack Fonseca, interpretados por Gary Oldman y Antonio Banderas, como principales narradores de esta historia, en un lenguaje jactancioso y socarrón.

El contrapunto lo hace Meryl Streep, quien interpreta a una “mansa” y desvalida viuda que pierde a su esposo en un naufragio. Pero, para ahorrarse una plata, el dueño de la empresa naviera contrata un seguro barato que resulta ser una empresa fantasma, cuyos propietarios son el abogado alemán Jürgen Mossack y su socio panameño Ramón Fonseca.

¿Y dónde están los dueños?

“Cuando el Estado abusa de las cargas tributarias, de las regulaciones que impiden a las empresas gestionar, se producen efectos perniciosos. Por ejemplo, comienzan a buscar jurisdicciones que ofrecen mejores condiciones, paraísos fiscales donde se cuelan también capitales ilícitos”. Entonces, expone Asdrúbal Oliveros, se hace necesario un equilibrio para no asfixiar a las empresas.

En el caso de Mossack Fonseca estamos frente a empresas de papel, empresas fantasmas que solo cuentan con una dirección postal, y cuando intentas encontrar la sede, todo es una mentira, como le pasó a Ellen, la protagonista de la película, cuando salió en busca de la empresa aseguradora que los dueños de la barca que naufragó habían contratado.

“La película a mi juicio – dice Asdrúbal Oliveros- tiene dos elementos fundamentales: por un lado, drama, comedia, pero también tiene un viso didáctico, porque explica, en voz de los personajes Mossack y Fonseca, el origen del dinero, pasando por la creación de los bancos, la sofisticación del sistema económico, que consiste en una gran cantidad de estructuras financieras que, como todo, tiene buenos y malos usos”.

Estas estructuras, explica Oliveros, “permiten optimizar procesos en los países, en las empresas, pero también son vehículos para la fuga de capitales, corrupción, como lo vimos en la película. Se crean estructuras empresariales cada vez más complejas, cuyos dueños se desconocen, vas a una firma, preguntas quién es el propietario, y es otra empresa. A su vez la propietaria de esta empresa es otra, y otra. Al final resulta casi imposible rastrear a los verdaderos dueños y esa es una manera de diluir las responsabilidades porque, por lo general, puede haber un funcionario público o es parte de un competidor”. Concluye Oliveros que “la velocidad con la que avanza la sofisticación de las estructuras económicas es más rápida que los reguladores, y por eso es importante el papel de la sociedad civil y de los periodistas en la investigación y denuncia de la corrupción”.

Respaldados por la impunidad

¿Es la corrupción cultural o institucional? Con esta interrogante Benytsa González, coordinadora de comunicaciones de Transparencia Venezuela y moderadora del foro, abrió la puerta a la reflexión sobre la impunidad.

“Si tú tienes un país institucionalmente débil, sin una prensa libre, con un Estado de derecho débil, obviamente va a florecer la corrupción, e incluso a veces, teniendo altos valores morales, se puede entrar en ese entramado -explicó Oliveros. Yo, en Venezuela, no quisiera pagar por una cédula, pero si vas tres días seguidos al SAIME y no te la puedes sacar, terminas sucumbiendo”.

“Creo que parte de lo que sucede es que los ciudadanos no entendemos el sistema de la manera que sí lo entiende la gente que lo revierte”, dice Indira Rojas, quien además recalca la necesidad de ver cómo la corrupción afecta al ciudadano común. “¿Por qué a mí me tienen que importar 15 millones de documentos que consiguieron en Alemania, que demuestran corrupción, es decir, qué tiene que ver eso conmigo? ¿Por qué no hay quien pueda responder cuando ocurren cosas como lo que pasó a Ellen?”.

Rojas llama la atención también acerca de la impunidad y el dilema de que siempre estamos como engañados. “Hay un sistema de engaño consistente porque además está la impunidad. Una de las cosas que también vemos en la película es cómo todo el proceso del engaño se facilita porque hay gente muy poderosa que conoce tan bien las leyes y la forma en que se maneja el dinero, que se sale con la suya”.

Gran parte del éxito de estos despropósitos ocurre porque esas personas entienden muy bien cuáles son las áreas grises, y cuáles son los mecanismos a través de los cuales pueden operar, agrega Oliveros. “En Venezuela tenemos unas sanciones, pero el gobierno vende su petróleo bajo mecanismos poco ortodoxos, y allí hay una fuente inagotable de corrupción, pero hay que conocer bien esos mecanismos para entender dónde está y cómo se está desviando ese dinero”.

Otro aspecto que movió a los comentaristas es cómo se afectan los valores en el contexto de la corrupción, aspecto que también se muestra en La Lavandería a través de las vidas privadas de los personajes: infidelidades, pederastia, violencia, prepagos. Incluso, gravitan en el film el tráfico de órganos y la trata de niños. “Y uno entonces puede ver lo que termina ocurriendo cuando el dinero no cuesta nada”, dice Indira Rojas. “La corrupción en el microcosmos de la familia se puede ver mucho más claramente”. “… Y puedes ver cómo esa corrupción destruye las relaciones humanas”, agrega Oliveros.

Seguimos con Miss Sloane

Esta zaga de cine foros continúa este jueves 3 de agosto, de 3 a 6 pm, con la proyección de Miss Sloane, una producción francesa de 2016, bajo la dirección de Maddeny con la actuación de Jessica Chastain en el papel de Elizabeth Sloane, una estratega política, lobista, con un turbulento pasado, que decide plantarle cara al poderoso lobby de la industria armamentística estadounidense.

 

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