Artículo de Andrés Cañizález @infocracia

 

Escribo al calor de lo que promete ser una noticia que generará titulares de prensa por algún tiempo. Se trata de la detención del hasta ahora alcalde de Valencia, Edgardo Parra, quien pasará a ser una suerte de estandarte en el discurso mediático oficial. La lucha anti-corrupción lanzada por Nicolás Maduro no perdonará ni siquiera a los rojitos, es lo que intenta decirnos esta detención, que forma parte de la operación comunicacional oficial. No tengo ninguna simpatía por Parra, a quien la historia no sólo debe recordar por corrupto – que seguramente sí lo es- sino por un franco violador de la libertad de expresión como lo reflejó el caso del columnista Francisco “Pancho” Pérez, a quien un juez impuso un duro castigo por las denuncias en sus artículos en El Carabobeño, que precisamente apuntaban al mundo de nepotismo y corrupción que prevalecía en la alcaldía.

 

La denuncia de Pérez, y su condena a prisión que finalmente fue canjeada por un crudo voto de silencio del articulista, fue en lo que parece un lejano año 2010. Por aquel momento, con un Hugo Chávez aún sano y en una importante ola de popularidad, la respuesta del chavismo era la de siempre: castigar al mensajero para descalificar el mensaje. El caso de este articulista, hoy dignamente reivindicado, terminó teniendo un efecto intimidatorio en la prensa de Valencia, ya que no pocos periodistas u opinadores temían una sanción similar en el caso de cuestionar la ola de corrupción que envolvía a Parra. ¿Qué pasó entonces en el chavismo para que tres años después entonces se descubrieran los desmanes en el manejo de la cosa pública por parte de Parra? La primera respuesta es casi que de cajón, muerto Chávez, estando Nicolás Maduro en el foso de la opinión pública y sin contar con el carisma de aquel, apela a una detención espectacular que desvíe la atención de los problemas que agobian la vida cotidiana de los venezolanos. Algo de circo ante la falta de pan, o las dificultades para conseguirlo.

 

Sin embargo, cuando veo el show montado con la detención de Parra y la estrategia oficial al filtrar detalles de la vida ostentosa del ahora caído en desgracia alcalde de Valencia, lo que me viene a la memoria son la infinidad de juicios sumarios por “corrupción” que tuvieron durante décadas en el otrora mundo del socialismo real, incluyendo los países satélites como Cuba y Vietnam. El tema de la corrupción fue usado por Stalin de forma recurrente para pasar facturas políticas, sacar de circulación a aliados que luego terminaban siendo incómodos o sencillamente inútiles, y esa estrategia fue repetida en otras naciones del bloque soviético entre los años 50 y 70 del siglo pasado.

 

El modelo autoritario –lo sabemos- dejaba sin elementos de defensa a los imputados y en no pocos casos, como vino a demostrar luego la historia, quienes actuaban como verdugos estaban tanto o más involucrados en la corrupción que los acusados. Convendrá recordar, dentro de algunos años, a algunas de estas figuras del chavismo que hoy acusan vivamente a Parra por los dólares, por el yate, por el jet, por las 6 camionetas blindadas y el etcétera es largo. Estoy convencido de que conoceremos, luego, que estos verdugos de hoy son, en verdad, parte importante en la red de corrupción generada en esta década y media de gobierno, y que promete ahogarlo inexorablemente. Si Parra acumuló todo esto en una gestión que no llegará ni a cuatro años como alcalde, cómo será la acumulación ilícita de bienes y fortuna en figuras que tienen más de 10 años circulando por distintos cargos de alta jerarquía, y en no pocos casos ejerciendo más de un cargo de forma simultánea. Si Parra, siendo una figura inocua en el chavismo, amasó esta fortuna, la imaginación se queda corta para proyectar cómo estarán las arcas de aquellos a quienes usualmente se les conoce como los jefes de la boliburguesía.

 

La lucha anti-corrupción es una coartada en Venezuela, no nos engañemos. Nunca tuvo más sentido la conocida frase de que el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.

Publicado en El Nacional del 15 de octubre de 2013

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