El Caldito de Dios

Las fotografías son elocuentes. Semanalmente se acercan a recibir la ración de comida alrededor de 300 personas, entre hombres, mujeres y niños, quienes sobreviven con  los desechos del vertedero de basura del estado Barinas.

Para algunos representa el único alimento del día. Entre el olor y la inmundicia, la faena transcurre revolviendo por aquí y por allá,  el producto de la venta.

Mary Ortegano, una de las damas a quien entrevistamos para esta nota, nos habla de lo duro que ha sido encontrarse con esta realidad, desconocida por ella hasta hace pocos meses. Habla apresurado tratando de explicar lo que ha sentido, lo que ha pensado, al ver tantos rostros y tanta miseria.

Diariamente se congregan allí personas con una alta sensibilidad, con un sentido de amor por el prójimo, deseosas de ayudar. Cáritas de Venezuela, capítulo Barinas; Iglesia Inmaculada; Cofradía del Santísimo, son algunas de las organizaciones que se han sumado a esta noble causa.

Pero a pesar de este caldito, de este plato de comida que les cae del cielo, el trabajo sigue siendo arduo para quienes escarban buscando el sustento del día. Un kilo de papel plástico (“seda” como le llaman los niños”) les garantiza apenas 100 bolívares fuertes.

Son casi 50 los menores de edad, de todos los tamaños, algunos con sus madres, buscando qué vender. Una faena que inicia a las 8:00 am y culmina  a las 3:00 pm.

Ortegano nos habla de la alegría de Kevin, el pequeño de 13 años, cuando logró juntar 8.000 bolívares fuertes en una sola jornada. Las botellas de plástico se pagan a mejor precio. Una cantidad que no representa, actualmente, ni un kilo de harina pan, ni de arroz, ni de queso, mucho menos de carne.

La necesidad los ha llevado a rendir una lata de sardinas con verduras, para 8 personas.

“Kevin denunció a su mamá por el maltrato de ella y su padrastro, ahora vive con la abuela de 77 años quien se ha hecho cargo de su crianza”. Otro niño llegó a comentarle que sufre de mal de rabia “porque su madre tiene muchos hombres. Le dije: no papá tú no tienes mal de rabia”.

El mismo ambiente de trabajo, ha llevado a estos inocentes a diseñar sus propios códigos de supervivencia. Si por casualidad llegara a estar en riesgo, él gritaría “¡¡¡¡¡KEVIN ESTÁ EN PELIGRO!!!!” para alertar a los otros compañeritos.

Incluso con tantas variables en contra, en un mundo donde la candidez puede verse sobresaltada, algunos no han perdido la ingenuidad en su mirada.

Kevin, el niño del que nos habla Mary Ortegano, aún la lleva en sus ojos. “Yo oro en las noches señora mía, y yo no quiero robar”- le dice.

El día en que fueron llevados a un conocido centro comercial de la ciudad, subieron y bajaron varias veces por las escaleras y el ascensor. Para ellos era un nuevo mundo, una realidad recién descubierta. Aún se pueden rescatar.

Mary Ortegano, accedió a ofrecernos su testimonio sobre estas historias de vida desconocidas para ella. “No soy yo sola, son muchas personas las que colaboramos con esta noble misión”. Ella es miembro de Funsavida, una sobreviviente del cáncer de mama. Dice que Dios le puso esta nueva misión y prueba en el camino.

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