Rusia y Venezuela
Aliados para desinformar

Conclusiones

Epílogo

Créditos

María Virginia Marín Vazquez – Probox VE

En países bajo contextos autoritarios, donde los medios de comunicación tradicionales son censurados regularmente y constantemente se persigue a quienes intenten contar una versión distinta a la “oficial”, las redes sociales se han convertido en un espacio fundamental para la libertad de expresión, la organización social y la construcción de la opinión pública.

El régimen de Maduro en Venezuela, de la misma forma que ocurre en Cuba y en Nicaragua, tiene muy claro lo necesario que es la Internet para el relacionamiento y desarrollo de los ciudadanos. Por ello ha desplegado durante años mecanismos de control y/o contaminación de la información en línea, logrando influir y hasta alterar de forma inorgánica en la conversación en redes sociales.

Inspirados por el estilo de sus aliados rusos donde la censura y limitaciones a la libertad de expresión en línea se aplican en una versión “soft” en comparación a como sucede en China, por ejemplo; el oficialismo venezolano ejecuta (inteligentemente) control sobre la información de otras maneras:

    • Cada vez invierte menos recursos en mejoras, ampliaciones de desarrollo tecnológico e incluso mantenimiento a las plataformas que prestan servicio de Internet en el país. “No te quité el internet, es que hay mala conexión” es parte del diseño estatal.
    • Censura “parcial” de Internet que se aplica principalmente páginas web de medios independientes u organizaciones en defensa de los Derechos Humanos. “No te bloqueo ver todo todo, solo evito que accedas a lo que yo no quiero que veas”.
    • Operaciones de influencia y desinformación en redes sociales que generan contenido masivo a favor de ciertas narrativas, utilizando cuentas con comportamiento inauténtico con la intención de manipular la opinión pública en un espacio donde, muchas veces, la veracidad de una información viene asociada al alcance en la red o distintas redes y no por el historial de trabajo del medio que la publica, la veracidad de la fuente o el valor de las metodologías utilizadas para el origen de la investigación. El mayor problema con estas es, como se ha dicho, que “la desinformación no busca que creas en una sola cosa, sino que no creas en ninguna”.
    • Marcos “legales” para controlar las opiniones en línea, creando nuevas leyes o adaptando versiones anteriores para dar carácter penal bajo criterios como “traición a la patria” o “terrorismo” a las opiniones emitidas a través de las redes sociales. “No estoy ni violando tu libertad de expresión y acceso a la información, sino que tu expresión es un peligro para la nación
    • La propaganda es la única “información oficial”: el haber censurado medios, coercionado instituciones, apresado a la disidencia política, asfixiado a la academia y perseguido a la sociedad civil organizada, es la forma de garantizar que tu versión de los hechos sea la única accesible, que perdure y se mantenga. De esta forma logran imponerse en batalla por la construcción del discurso público. “No lo digo yo, es de lo que habla y lo que pide la gente”.

No es casualidad o coincidencia la inversión en recursos económicos y tecnológicos, estrategias y la cantidad de esfuerzos por parte de gobiernos autoritarios por controlar y dominar la conversación que se genera en redes sociales; a través de la manipulación y contaminación de la conversación en redes sociales no solo se intenta esconder la realidad denunciada por los ciudadanos en el único espacio todavía medianamente disponible para ello, sino que también se utiliza para reforzar e imponer versiones alteradas sobre hechos internacionales (como la “desnazificación” de Rusia a Ucrania como la versión oficial por ejemplo), pretendiendo ocultar a realidad incómoda para los aliados en el Kremlin.

En democracias la desinformación, las fake news y los discursos de odio tienen como objetivo socavar los valores, instituciones y representantes que la mantienen; pero en países con contextos autoritarios estas son usadas para manipular, controlar e intimidar a la población.

Una posible solución en contra de estas falsas realidades creadas de manera inauténica en redes sociales es a través de la educación de los ciudadanos, brindándo herramientas a quienes son principales víctimas de las consecuencias de la desinformación, creando conciencia y motivando a las personas a involucrarse responsablemente en el debate los debates y conversaciones en redes sociales. Por otro lado es necesaria la atención de quienes toman las decisiones políticas y de aquellos a favor de la defensa de los DDHH en atender esto como un problema global, en sumar cada vez más esfuerzos a favor de la lucha por el acceso libre a la información, denunciando estas operaciones de influencia de los gobiernos autocráticos, enfocados en construir posibles acciones que podemos tomar hoy, pensando en el mundo de mañana.

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