Escasez y sobreprecios agravan desnutrición en Caroní

Imagen cortesía de El Diario de Guayana

–¿Qué pasó hermanito? ¿Por qué está llorando? Se puso así cuando vio el precio del kilo de carne. El presidente dijo que iba a estar barata.

–¿Barata? Llevo 180 mil en esta bolsita. Quería comprar unos muslitos pero que va.

–Bueno, esas son las Navidades Felices de Maduro, pero no voy a hablar muy duro porque uno nunca sabe.

Unos días después del 8 de noviembre, cuando la  Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) fijó, por segunda vez en dos meses el precio de la carne, dos hombres se lamentaban en la entrada del Mercado Municipal de Unare, uno de los centros de compra más concurridos de Caroní, estado Bolívar.

De acuerdo con la Sundde, los cortes más caros -lomito, punta y solomo- quedaron en  Bs. 80 mil y  Bs. 75 mil respectivamente. El monto fijado para el muchacho cuadrado y redondo, el pollo de res, el ganso, la pulpa negra y chocozuela fue de Bs. 49 mil. Y en Bs. 38 mil debían vender el hueso rojo, la costilla y el lagarto con hueso.

En el mercado de Unare, aunque en pocas cantidades, las carnicerías ofrecían mercancía pero no a los precios regulados. Justo al frente del establecimiento, la pulpa negra, ganso y chocozuela salían como “pan caliente”, aunque costaban Bs. 80 mil el kilo. Dentro del mercado, el solomo estaba en Bs. 80 mil y el lomito en Bs. 90 mil, mientras que los cortes más baratos no bajaban de Bs. 50 mil.

La historia era otra en supermercados y bodegones, donde las neveras estaban vacías y la repuesta ante la incesante pregunta: ¿cuándo llega la carne?, era siempre la misma: “la próxima semana, pero no sabemos a qué precio”. Otros -más antipáticos- optaron por colocar carteles en sus refrigeradores en los que se leía la frase: “No hay carne, no insista”.

Para tener una idea de lo que está sucediendo, Leodagni Mejía‏ en marzo de 2016 se quejaba  vía Twitter -@LeodagniM- que en el Mercado de Nueva Chirica, otro centro de compras del municipio Caroní, ubicado en San Félix, la carne de primera estaba en Bs. 2.000 y la de segunda en Bs. 1.800.

De acuerdo con el último Boletín Inflación Canasta Alimenticia, publicado en agosto de 2016 por el Centro de Investigaciones para la Educación, la Productividad y la Vida de la Ucab Guayana, para esa fecha la brecha -en San Félix- entre los precios regulados y precios de venta de la carne de primera era de 2.119,29% (Bs. 250,00 Vs 5.548,21) y del pollo de 456,13% (Bs. 850,37 Vs 4.729,17).

Comer pollo es un lujo

En cuanto al pollo, a mediados de noviembre los precios también variaban de acuerdo al lugar de venta. Dentro del mercado de Unare, en una desplumadora, lo ofrecían a Bs. 45 mil el kilo, mientras que en otro negocio, la dueña le explicaba a los clientes que ya no era rentable comercializar la proteína porque por los precios que le habían dado los proveedores, la cuenta le daba Bs.50 mil el kilo para la venta.

En los alrededores del mercado, el pollo entero estaba en Bs. 30 mil, la pechuga en Bs. 47 mil y el muslo en Bs. 45 mil. Según rumores, en un supermercado conocido –también en Unare- estaban vendiendo el kilo en Bs. 24.500 y efectivamente era así, el problema eran las cuatro o cinco horas de espera en cola para comprarlo.

El 21 de noviembre, la Sundde anunció nuevos precios para varios productos, entre los que estaba el pollo. Según el ente regulador, el kilo de pollo entero valdría Bs. 24.500, mientras que el kilo de muslos, alas y pechugas no podría venderse en más de  Bs. 26.500.

Pero la nueva medida no causó mayor efecto. Horas después del anuncio, un pollo pequeño               -bastante pequeño- marcaba Bs. 95 mil, una bandeja de pechugas Bs.75 mil el kilo y una de muslos Bs. 72 mil, eso antes de desaparecer

Dos semanas antes de la regulación, compradores del Mercado de Nueva Chirica, en San Félix, se quejaban porque un kilo de patas de pollo lo estaban vendiendo en Bs. 35 mil. Ya para los últimos días de noviembre, el kilo de “recortes” costaba Bs. 100 mil en este centro de compras.

Mala alimentación

La nutricionista María Eugenia Hernández explica que en el estado Bolívar, en particular, los últimos dos años han transcurrido entre dos etapas: escasez (cuando no se conseguían los productos y alimentos básicos) y sobreprecio (cuando comenzaron a aparecer pero con precios que superaban  los ingresos de los consumidores).

“La gente no se está alimentando bien”. De acuerdo con Hernández, de la crisis actual deriva un problema de malnutrición; por un lado están aquellos que no están consumiendo determinados nutrientes que son necesarios para el organismo, al dejar de lado al menos una comida al día y, por el otro, quienes por el consumo excesivo de harinas, grasas y “chucherías saladas” para aguantar el hambre, corren el riesgo de convertirse en pacientes hipertensos, diabéticos u obsesos.

Hernández recuerda haber atendido el caso de una niña de 10 años que apenas pesaba 11 kilos porque en su casa, ubicada en una comunidad rural de San Félix, solo comían una vez al día, con un menú que consistía en arroz y sardina para el desayuno.

La noche del 17 de noviembre de este año, Susana Raffalli, nutricionista y colaboradora de Cáritas Venezuela, escribió en su cuenta de Twitter que siete niños -Ángel, Edgarlis, Keiner, Orangelis, Santiago, Joelvis y Auri- habían muerto por desnutrición en Guaiparo, San Félix. El Colegio de Médicos del estado Bolívar ha denunciado casos similares en reiteradas oportunidades, sin respuestas concretas.

“No todos los días puedo comer proteínas. Un día pescado, un día pollo, un día carne. Uno trata de irse adaptando y mientras uno pueda es afortunado”, asegura Evangelina Rangel, quien vive en Unare.

A Concepción Galvis, habitante de Santa Rosa, se le ha hecho más difícil mantener una alimentación adecuada que le garantice las calorías necesarias para que su organismo funcione adecuadamente, tanto así que asegura haber rebajado 12 kilos, al igual que los otros tres miembros de su familia, porque pueden comer carne cada mes y medio y pollo con poca frecuencia;  “sobreviven” gracias a los vegetales. Las consecuencias: debilidad y cansancio constante.

Ante le imposibilidad de consumir carne y pollo, la recomendación de la nutricionista María Eugenia Hernández es recurrir a las leguminosas, pero aclara que el grano solo no es suficiente por ser una proteína incompleta, por lo que es necesario combinarlo con cereales para complementar. Otra opción es el consumo de sardinas que, aunque están reguladas en Bs. 2.000, las venden en Bs. 9 mil las enteras y hasta en Bs. 25 mil las fileteadas.

Solidaridad amenazada

La situación es complicada incluso para aquellos que se dedican a ayudar al prójimo. Este es el caso de la Fundación Me Diste de Comer, dirigida por Carlos Corinaldesi y Ana de Corinaldesi, quienes a pesar de la crisis están empeñados en mantener la institución, pues en tan solo un año pasaron de servir 120 comidas a 440 en sus tres comedores ubicados en Unare (Puerto Ordaz), San José de Chirica y Brisas del Paraíso (San Félix), este último fundado hace un año por los graves casos de desnutrición en el sector.

Ya hace dos años se vieron obligados a tomar una difícil decisión. Luego de ocho años de atender a  la comunidad warao de Cambalache -todos los domingos- tuvieron que quedarse únicamente con los comedores.

Luego, el panorama se complicó, los donativos comenzaron a mermar y les tocó adaptarse. Antes servían carne una o dos veces a la semana, pollo una o dos veces a la semana y pescado una vez a la semana; luego cocinaban carne una vez a la semana, pollo una vez a la semana y sardinas una vez a la semana; ahora los platos incluyen más sardinas, más vegetales, más verduras, más granos, pollo esporádicamente y carne solo para los niños.

Pero, a pesar de todo, el señor Carlos Corinaldesi agradece mucho a quienes los siguen apoyando y destaca especialmente a aquellos que aunque se fueron del país continúan dando su aporte y a pequeñas empresas de la zona que se han ido sumando. “Dios sigue trabajando en el corazón de la gente”.

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