Anzoátegui | El suplicio de obtener gas en el estado Anzoátegui

Transparencia Venezuela, 28 de febrero de 2019. – “Ya no se puede cocinar”, manifestó una mujer que ese día llevaba cinco horas haciendo cola bajo el sol oriental,  en la planta de llenado de Barcelona, estado Anzoátegui, para intentar obtener gas y poder cocinarle a su familia.

Se trata de una comerciante informal, madre soltera según indicó, que vende en la calle empanadas. Dijo que en su residencia hay serios problemas con la electricidad por lo que obligatoriamente debía tener bombonas de gas ( ya que tampoco posee gas directo) y de esta forma poder ganarse su sustento. Para ella, cada día que pasaba haciendo cola para comprar gas era un día menos de trabajo y de ingreso monetario que le permite darle algo de comer a sus hijos.

Mientras esta mujer vivía su angustia, en otro lugar de la misma fila otro usuario contaba la travesía de salir de su hogar en una zona humilde del estado, cargando una “bombona” de gas a sus espaldas por varios kilómetros. Soportó el peso del cilindro hasta llegar al sitio donde pudo subirse a un improvisado medio de transporte y así llegar a la planta de llenado a esperar poder obtener el producto.

Intentando escuchar a las personas presentes en la cola para tener una mejor idea de lo que sufren a la hora de  intentar obtener el combustible, eran frecuentes los comentarios acerca de que el suministro a domicilio de las empresas de gas del Estado no es eficiente, por lo que necesariamente se ven obligados a buscar la manera de llevar las “bombonas” de gas a los centros de llenados ubicados en Barcelona, Anaco o en el Tigre.

Los usuarios deben recorrer varias cuadras e inclusive kilómetros cargando los cilindros y suelen permanecer durante varias  horas en una fila con la esperanza de poder retornar con el gas a sus viviendas.

Pero como si lo anterior fuera poco, es muy frecuente escuchar historias de situaciones irregulares como, por ejemplo, la venta preferencial a personas que revenden las bombonas de gas a precios exagerados, y que algunos usuarios -que tienen económicamente la posibilidad-  las pagan a cualquier precio, con tal de evitar las horas de cola bajo el sol o inclusive bajo la lluvia.

Según algunos usuarios los cilindros en muy pocas  oportunidades son llevados por los camiones distribuidores hasta los estantes comunales: “Nunca lo hacen porque yo no lo he visto”, manifestó la comerciante informal,  afirmando que las “bombonas” son vendidas a especuladores que luego las revenden en lugares improvisados de las zonas populares, a precios muy costosos.

Otras de las exigencias que se les hace es el pago en efectivo, lo cual amerita tener que ir al banco previamente e intentar conseguir el dinero para poder pagar, en un país donde también escasean los billetes.

“Es una tortura”, “es una humillación”, “tanto que habla del pueblo y como nos hacen sufrir”, “es una desgracia”, “ojala algún día cambie esto”. Esas son algunas de las frases que surgen entre los usuarios cuando se les invita a describir lo que tienen que sufrir para acceder al combustible. Es una situación que se vive en cada rincón del país.

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