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Lara apagada

Lara apagada

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Transparencia Venezuela, 10 de mayo de 2019.- Era el 7 de marzo de 2019 cuando, de pronto, se fue la luz. Ese día, las personas recibieron la interrupción del servicio eléctrico con la convicción que en unas cuatro horas podrían continuar de nuevo con sus actividades normales. Ese era el lapso más o menos habitual de duración de apagones que no eran nada nuevos, pero nadie quería acostumbrarse.

Con el entrenamiento que dan las condiciones adversas y restrictivas a las que los venezolanos son sometidos no sólo por falta de luz, sino de agua, alimentos, medicinas, transporte – así como todos los bienes y servicios esenciales para la reproducción de la vida, pues hace rato que de calidad de vida no se habla-  esas horas se utilizaban para realizar otras actividades que no requieren fluido eléctrico. En fin, ya vendrá.

Así ocurría desde hace unos tres o cuatro años. Se alternaban períodos más o menos prolongados de normalidad con interrupciones del servicio eléctrico. Probablemente el peor momento en el estado Lara había sido en 2016, cuando diariamente las ciudades y pueblos de la entidad quedaban a oscuras. Ese año, apagones no programados azotaron a la entidad, a pesar de que oficialmente el gobierno suspendió, a principio de julio, el plan de administración de carga que se implementó en 19 estados del país, a consecuencia del bajo nivel de agua que para ese entonces registraba el embalse de Guri, que genera la mayor parte de la energía para Venezuela. 

Ya entonces, especialistas del área explicaban que de haberse terminado la construcción de la represa de Tocoma, se habría evitado el uso intensivo de las capacidades de Guri.  En efecto, la represa debía estar terminada para el año 2011, y aunque nunca se culminó la construcción, lo que se hizo costó tres veces más que Caruachi. Sus costos fueron variando de $3.000 millones a $7.000M hasta llegar a $9.365M, según información aportada en el reportaje “Las grietas de Tocoma filtraron millones de dólares”. Este fue un período que los “guaros” –apelativo afectuoso que se da a los larenses- prefieren no recordar. ¿Por qué hacerlo? Las autoridades han asegurado una y otra vez que el problema ha sido superado de forma casi definitiva.

Las horas transcurrían una tras otra sin que llegara la luz y la caída de la noche se iba llevando la esperanza de recuperar algo de normalidad. Poner al día lo atrasado, arrancar la fábrica, abrir la bodega, saber cuándo los hijos volverían a sus aulas, avanzar el trabajo pendiente, prender la cocina eléctrica, la nevera y tantos otros artefactos de uso diario casi imprescindible. Poner en marcha la vida.

No faltó quien, con irreductible humor, recordara aquella curiosa parranda que los venezolanos bailaban en cuanto salón se prestaba para la alegría y el condumio por los años´70 en las voces de Bartolo Alvarado, “El Ciego de Nagua”, o del puertorriqueño Odilio González, y cuya autoría aún no está clara aunque la versión más aceptada la atribuye a Alfonso Vélez. Aquel inolvidable y pegajoso estribillo decía “Yo tenía una luz que a mí me alumbraba; yo tenía una luz que a mí me alumbraba; y venía la brisa y fuás, y me la apagaba; y venía la brisa y fuás, y me la apagaba”.

Muchos años después la luz se apagaría en Venezuela, pero no por la inocente razón que la canción aludía, sino por una combinación de negligencia, incompetencia y corrupción que resultaría letal para el sistema eléctrico nacional. En aquel tiempo no había las preocupaciones de hoy. Era un país donde la energía eléctrica mostraba una tradición de 130 años. Desde 1873 comenzó la iluminación de espacios públicos y en Barquisimeto ya en 1894 se contaba con fluido eléctrico a partir de la operación de una turbina hidroeléctrica.

Venezuela en Apagón

En noviembre de 2019, Transparencia Venezuela presentó públicamente un estudio de título premonitorio: “Venezuela en Apagón”, en el marco de la segunda parte de una investigación sobre la situación de las empresas propiedad del Estado (disponible en www.transparenciave.org). El estudio explica cómo el propio gobierno no atendió sistemáticamente los planes elaborados por sus propios funcionarios, tal como ocurrió con el Plan Maestro Socialista de Rescate del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) 2010-2030, el Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013 y el Plan Estratégico 2013-2019.

En cuanto a la corrupción, el mismo estudio muestra el sobreprecio que se detectó en alrededor de 40 contratos, para los cuales el justiprecio era de US$ 14.000 millones y el costo final fue de US$ 38.000 millones. Asimismo,  se han recibido y difundido constantemente denuncias en Corpoelec relativas a contratos, sobreprecios, violación de contratos colectivos y de normas de calidad de servicio, entre otros.  La estimación es que entre 2010 y 2014 se asignaron al sector eléctrico US$ 14.813 millones, una cifra descomunal que hace incomprensible el terrible déficit de energía eléctrica en el país. Nervis Villalobos, juzgado en España por legitimación de capitales cuando fue viceministro de Energía y presidente de Cadafe, asi como la gran cantidad de contratos otorgados a Derwick, entre otras empresas, dan cuenta de malas prácticas de integridad.

Por otra parte, la centralización de las actividades de generación y distribución a manos de Corpoelec en el año 2007 inauguró una progresiva e intencional opacidad que se reflejó en el “maquillaje” de reportes, desaparición de información y falseamiento de cifras. Finalmente, la cuadratura del círculo se logró a través de la Ley Orgánica del Sistema Eléctrico, la cual fijó como delito la revelación de secretos concernientes a la seguridad del sistema.

La desinversión, falta de mantenimiento, negación de la meritocracia, adquisiciones indebidas, son otras de las razones de la debacle que hoy se vive.

La situación en Lara

Según informó a Transparencia Venezuela un especialista del Colegio de Ingenieros del Lara, desde el punto de vista técnico, la razón del recrudecimiento de los apagones y racionamientos en el estado se debe a la salida de servicios del transformador ubicado  en Yaritagua (Yaracuy), en la subestación Las Vedas, con una capacidad de 450 MVA. Está completamente fuera de servicio desde el lunes 29 de abril, debido a que  presentó un calentamiento. Eso hace que solo quede en servicio un transformador de 450 MVA, de los cuales 250 se envían a Lara y 200 quedan en el estado Yaracuy, a cambio de los 900 MVA que recibían antes del deterioro del transformador de Las Vedas.

La gobernadora de Lara, almiranta Carmen Meléndez, afirmó en declaraciones recogidas por el portal El Estímulo el 11 de marzo de 2019, que “en la entidad se recibirán 150 megavatios progresivamente para restablecer circuito por circuito el servicio eléctrico, tras el ataque terrorista perpetrado al Sistema Eléctrico Nacional el pasado jueves. Pido a la población comprensión y paciencia”.

Esta “normalización” no ocurrirá, a pesar de las palabras del ministro de comunicaciones Jorge Rodríguez, quien el 10 de abril de 2019 afirmó que el servicio eléctrico había sido “restituido en todo el país” y que solo habría “interrupciones programadas para ajustar el sistema”. Más cerca de la verdad estuvo el Colegio de Ingenieros de Lara, que en el mismo mes alertó sobre la alta probabilidad de futuros apagones en la entidad y en todo el país.

El esquema de racionamiento por zonas, que constituyó un alivio para los larenses, nunca se ha cumplido, como tampoco los anuncios de mejora del sistema de distribución de  cargas. Las personas han constituido chats para intentar descifrar algún patrón de suspensión y reconexión del servicio. Los cortes pueden ser de uno, dos o tres bloques, de modo que los ciudadanos están sometidos a interrupciones inesperadas del servicio. Todo depende del comportamiento del sistema.

Por otra parte Enelbar, empresa modelo y profesionalizada en su momento desde el punto de vista gerencial, hoy exhibe el mismo deterioro de la burocracia nacional de la electricidad.

En diciembre del año 2017, el sindicalista Oswaldo Méndez ofreció declaraciones al diario El Impulso en las cuales alertaba acerca de las renuncias masivas causadas por la inflación, los bajos salarios y la falta de incentivos, así como las fallas del parque automotor reducido al 10% de su capacidad.

Las protestas de la desesperada población larense no se han hecho esperar 

Sectores afectados

La falta de electricidad trae consigo déficits importantes en el suministro de agua a todos los niveles- industrial, comercial, productivo, doméstico- de modo que el daño que se produce es francamente considerable.

La Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), la más importante de la región, ubicada en Barquisimeto, se ha visto obligada a reprogramar el semestre en curso, generar estrategias alternas y eventualmente suspender temporalmente las clases por la interrupción del servicio eléctrico y el suministro de agua, lo cual ha afectado con especial énfasis a los estudiantes del turno nocturno. Hay reacomodo de horarios y ajustes en las estrategias pedagógicas, con la única heroica finalidad de mantener la universidad abierta y salvar el semestre de los estudiantes.

Las escuelas de Lara también se ven igualmente afectadas y, aunque se mantienen en funcionamiento, reducen sus horarios dada la imposibilidad de atender a los niños más allá de un tiempo razonable considerando que no pueden ir al baño ni tomar agua mientras están en las instalaciones.

Los hospitales y centros de salud de la entidad no cuentan con plantas eléctricas o no están en buen estado, lo cual afecta gravemente las opciones de los pacientes. Un sector que ha visto agravarse su situación es el de las personas que padecen enfermedades crónicas, especialmente aquellas que requieren diálisis, sea la regular o la diálisis peritoneal. Se incrementan también los riesgos de contraer infecciones y peritonitis, al tiempo que el personal se ve obligado a desechar catéteres que ya son sumamente difíciles de conseguir. A las personas se les dificulta recibir regularmente los tratamientos que requieren, incluyendo las quimioterapias y radioterapias que necesitan los pacientes oncológicos.

El diario La Prensa de Lara publicó el 10 de abril de 2019 un reportaje en el que se aseguraba que “más de 1600 locales de centros comerciales de Lara registran pérdidas millonarias”  por las fallas en el servicio “y porque no tienen plantas eléctricas”. Es muy frecuente en Barquisimeto transitar centros comerciales donde más 70% de las tiendas y comercios están cerrados a partir de las 6.00 pm. También se echan de menos gran cantidad de locales que han clausurado en forma definitiva.

El sector de los productores agrícolas en Lara no muestra una situación mejor. Vicente Pérez, integrante de la directiva de Fedeagro, afirma:

“Los cortes de  electricidad, los apagones, han afectado muchísimo. Hay rubros como el arroz que dependen de un riego constante, y esa agua –que proviene de pozos- necesita ser movilizada a través de motores eléctricos o por motores a gasoil. Otros, como las hortalizas, sufren en cuanto a su distribución, pues se hace a través de camiones, lo cual es imposible si no hay surtido oportuno y frecuente de combustible, surtido que requiere de energía eléctrica. El efecto transversal es que todas las transacciones financieras se hacen a través de puntos y transferencias, y la agricultura hoy en día vive de este movimiento bancario que está severamente afectado”.

Pérez refiere que en cuanto a la producción de leche se habla de una pérdida de hasta 1.200.000 litros diarios, pues requiere una refrigeración que no se puede garantizar plenamente. Explica que la leche que no se pierde va a la elaboración de queso u otros subproductos, pero considera que es uno de los rubros más golpeados.

“Toda la proteína como la carne de pollo, res, cerdo, requiere de un proceso de refrigeración para poder ser mantenida adecuadamente y consumida en condiciones de seguridad. La agroindustria, como las fábricas de harina precocida o centrales azucareras, también enfrenta serias dificultades, pues  a pesar que algunas grandes tienen plantas, muchas otras no cuentan con este recurso. El efecto será cada día peor y podemos afirmar que se sembrará en el próximo ciclo  apenas entre 10 y 15% del histórico del país, porque no hay semillas ni fertilizantes, ni hay agroquímicos, que son como los medicamentos de las plantas para combatir las enfermedades”.

Las fallas de energía eléctrica, junto a otros factores, ha contribuido al derrumbe de la producción agrícola en el país. Cifras suministradas por Fedeagro a Transparencia Venezuela indican que del año 2008 al año 2018, la producción pasó de 1.276.330 toneladas a 418.000. Esto ocurre con la caña de azúcar, cebolla, tomate, pimentón, papa, ajonjolí, o café. Todos estos casos presentan un crecimiento negativo entre -66 y -69 para el año 2018 respecto a 2008.

Historias de Luz

La oscuridad habitualmente se asocia con el temor, la amenaza, el riesgo, el peligro y otras sensaciones tenebrosas. Como un animal sigiloso, se adentra en los pliegues de los espacios psíquicos, emocionales y físicos de las personas convirtiendo el regreso de la luz en el más caro anhelo.

Aquella oscuridad larga, lenta, más que prolongada, hizo que los venezolanos quisieran salir de ella desesperadamente como el náufrago que lucha por salir a flote en medio de un mar embravecido, sintiendo que en algún momento le abandonarán sus fuerzas y terminará engullido por aquella inmensidad.

Esa lucha por la vida, por la sobrevivencia, se hizo de mil maneras, pero en la mayoría de las historias que se tejieron, la solidaridad, la bondad y la compasión fueron el salvavidas que evitó el naufragio. La noche espesa del apagón de 100 horas, a medida que mordía  la angustia de ver agotarse el agua, el hielo, los alimentos, las posibilidades de adquirir lo necesario por la paralización de puntos de venta y transferencias bancarias, de adquirir algo “fiado”, porque a los generosos bodegueros también se les acababan las existencias de productos, también trajo la iluminación callada, discreta y a la vez vibrante de la solidaridad, la que salva, recurrente como un mantra salvador, como una letanía del consuelo y la amistad.

Albania tuvo el privilegio de no sufrir cortes de luz por la cercanía de su casa con el “Hospital Central Antonio María Pineda” de Barquisimeto. Su pequeño y cálido apartamento fue el refugio generoso de quien necesitó refrigerar medicamentos, resguardar alimentos de la descomposición para proteger su negocio, cargar celulares y computadoras portátiles para sostener los compromisos laborales o académicos, conectar una máquina para recibir tratamiento, o simplemente refrigerar agua para calmar la sed de cuantos veían pasar los días y agotarse sus reservas de todo.

Mientras tanto, ella llenaba los ratos de espera con sus historias acerca de cuánto le gusta el mundo de la realeza, con qué ilusión fue a la coronación de Guillermo y Máxima de Holanda, y cómo cada semana espera –ahora por internet- para descargar las revistas y pasearse por ese mundo de oropeles con la misma naturalidad con la que sirve a cualquiera que lo necesite, sobre todo a los que menos tienen.

Alfredo abrió las puertas de su casa a todos los vecinos que necesitaran conectar “lo que haga falta” gracias al milagro de su planta eléctrica, cuyo ruido ensordecedor esperaban con ansia alrededor de las 7.00 pm anunciando que la mesa está dispuesta para revivir teléfonos y, con ello, el intento de saber de los seres queridos, cómo estaban viviendo y sufriendo los rigores de la oscurana.

Ese punto luminoso en la oscuridad del barrio fue un espacio abierto, aún para quien, en la misma cuadra, con una planta eléctrica se encerraba en casa como un animal enjaulado mostrando altanera sus luces y desafiando al resto. En el hogar de Alfredo algunos buscaron el calor y la cercanía que la soledad arrebata, aunque se tenga luz. En medio del apagón, su casa fue un espacio para la risa, la camaradería, el encuentro, la cena compartida, el juego y la certeza de saber que solos no podemos.

A la maestra Luz, nunca su nombre tuvo más sentido, la oscuridad le había llegado antes, cuando su mamá y su hijo –con quienes vivía- tuvieron que irse de Venezuela: una para proteger su salud y el otro para tratar de ayudar a su familia.

Uno de los días del apagón, recibió de una vecina un buen trozo de queso amarillo que corría riesgo de dañarse. Un trozo brillante que invitaba a disfrutarlo en compañía de su nuera y su nietecito de dos años. Esa compañía no le bastó, no le fue suficiente, hacía falta más, su espléndido desprendimiento necesitaba más. La oscuridad lo que pide es luz. Y esa noche, después de haber invitado a sus seis vecinos más cercanos, vistió su mesa de fiesta con cuarenta arepitas, aquel queso que ninguno veía hacía ya mucho rato, una mortadela rallada “para rendirla”, mantequilla, agua y un par de velas rojas que llenaban de magia aquel momento.

Los claroscuros –lejos de opacarlas- hicieron de  la alegría, las risas y la emoción de la mesa compartida. Sombras chinescas que semejaban una Navidad anticipada, una fiesta decembrina, un encuentro que hizo realidad la certeza profunda de saber que el momento es más oscuro justo antes de amanecer.

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